Hace ya muchos años una tierna niña se divertía
torturando a sus congéneres. Cuando los profesores de primaria la castigaban
por pegar, morder y tirarles la comida al suelo a sus compañeros, ella
disfrutaba recordando como ellos sufrían al ver su cuerpo marcado por sus manos
o por sus dientes infantiles.
Y así poco a poco se fue dando cuenta de que esos
pensamientos infantiles seguían presentes en su día a día. De tal modo que fue
creciendo y llegó su adolescencia, época de descubrimiento de uno mismo y de su
sexualidad. Ella noche tras noche soñaba con cárceles donde presidiarios eran
torturados por los agentes de la autoridad, al día siguiente se despertaba con
su sexo empapado y unas ganas de desfogarse irrefrenables…
A la salida del instituto corría a su casa para
encerrarse en su cuarto y ver por internet videos de prácticas sadomasoquistas
donde siempre había un hilo conductor: ella la hembra dominante y cruel y él el
varón inseguro de sí mismo y frágil deseando complacer en todo a su diosa.
Hasta que un día conoció a un hermoso varón de pelo
cobrizo y ojos negros. Ella sintió en sus ojos esa esencia tan oculta a los
ojos de los demás pero que ella pudo ver claramente, y cuando hubieron cruzado
palabras y risas el decidió dar un paso más y pedirle el número para verla a
solas. Y así fueron intimando hasta que él le descubrió su interés por el mundo
del BDSM y ella confirmó que no se equivocaba cuando lo vio por primera
vez. Entonces él le preparó una sorpresa
que jamás olvidará.
Entró en la habitación con los ojos tapados y
expectantes. En la habitación hacía calor y se percibía olor a cuero, entonces
la liberó de su ceguera y pudo ver ese habitáculo de paredes oscuras y elegante
decoración. Donde los látigos y fustas eran los protagonistas.
Ella dejó caer su mirada y lo descubrió rendido a
sus pies con los ojos clavados en ella, como si de una fuerza superior a ella
se apoderara de su existencia, se dirigió al fondo de la habitación y alargó su
mano para cogen una fusta con grabados dorados y de tacto suave. Se dirigió a
él y antes de levantar su brazo para pegarle le dio un beso que escondía amor y
deseo…
Al finalizar el encuentro, se descubrió frente a un
espejo con una sonrisa inmensa en la cara y una sensación de triunfo que
recorría su alma.
Y así fue como una tierna niña descubrió se
descubrió a si misma sintiéndose al fin completa y llena de felicidad.
¡Me ha encantado esta entrada! Después de haberme leído todo su blog, me ha gustado llegar al comienzo y descubrir cómo comenzó todo. Una bella historia y, lo mejor de todo, como nos la ha contado.
ResponderEliminarPor cierto, a ver si se anima y retoma el blog, que me gusta leerla. Un saludo :).